"De visita por el pueblo" por Pescador Artesanal

Después de mucho tiempo de andar por ahí cerca, y de haber leído muchas y fantásticas historias, finalmente me decidí y entré a conocer el pueblito de Bumerang.


Como no sabía por donde arrancar, ya que decididamente ignoraba cuales eran los sitios notables del pueblo, decidí poner en práctica algo que hacía mi suegro, subir a un transporte público y mirar todo a lo largo del recorrido.

Como no vi ningún poste ni cartel indicador de parada de colectivos, le pregunté a una señorita que por allí pasaba (creo que se llamaba Mika o Miki o Mikis o algo así) y ella me sugirió que tome cualquier colectivo. Le pedí que me indicara donde tomarlo.

–Donde usted quiera—me dijo, y siguió su camino.

Esperé un rato hasta que apareció un ómnibus, le hice señas para que se detuviera, se acercó a la vereda, abrió la puerta y subí.

--¿Adonde va?—preguntó el conductor. Le expliqué que era nuevo en el pueblo, que quería conocer todo, que mi suegro, bla, bla, bla… --Ha dado usted con el medio indicado, porque Cualquier Colectivo lo dejará bien—me dijo, y comenzó a andar por el pueblo.

Pude entonces ver sus calles, sus casas, sus jardines, sus árboles. Pero no había gente. Extrañado le comenté el hecho al conductor, quien muy amablemente me explicó que a esa hora estaban todos escuchando la radio, pero que en un ratito mas todos irían a un lugar llamado La Sala a jugar al Tutti Frutti –Yo voy para allí y ahí termina mi recorrido—y sin decir más, me llevó.

Como tenía tiempo aproveché y caminé hasta la plaza, que estaba muy cerquita. Cuando la vi me llamaron la atención dos cosas: en una esquina había un gran yuyal y parado frente a él había un hombre con un trabuco. Supuse entonces que el pueblo tendría problemas de inseguridad y que por ello había un guardia armado.

Me acerqué, lo saludé e inocentemente le pregunté --¿Usted es el cuidador?----

--No, yo soy cuida, que no es lo mismo---, me dijo mientras se corría un poco y me dejaba ver un cartel que decía “YUYAL PRIVADO”. –Esto es de un francés, que viene muy seguido y nunca solo, y por eso yo controlo---me dijo renegando.

Di media vuelta, volví para la sala y en la puerta vi a un señor repartiendo volantes. Me acerqué, le pedí uno y me miró muy extrañado –Esto no está dirigido a usted—me dijo.

--No importa, deme uno así lo leo y me entero de cosas del pueblo—y seguí con toda la perorata de que era nuevo, que quería conocer todo, bla, bla bla.

Lo guardé en mi bolsillo, y en lugar de entrar a la sala fui a una especie de pulpería, me acerqué al mostrador y un gato con delantal, gorrita con visera y un cascabel me preguntó --¿Qué se va a servir?—Fue demasiado para mi. Salí corriendo y me senté en el cordón de la vereda, pensando en lo que acababa de ver.

En eso siento que alguien me sacude el hombro y me dice: --Pará de roncar que tengo que empezar mi programa---Era Vipi, mi esposa.

¡Que alivio! Había sido un sueño.

Me desperecé, me acomodé despacito para no hacer ruido y sentí que tenía un papel en el bolsillo. Lo saqué y vi que era un volante, que decía:

Mujercita adorada:
Si querés que yo te quiera
Y que por siempre sea tuyo
Largá lo que estás haciendo
Y venite p’a los yuyos
                        Pettro

¿Era un sueño?

                                         Pescador Artesanal