miércoles, 29 de septiembre de 2010

" Impresiones de viaje " por Juan Carlos Montenegro

Para los antropólogos, en especial a aquellos que fuimos formados en el estructuralismo, existen conductas y aprendizajes heredados y otros que se aprenden a lo largo de la vida.


Quien escribe nació en una región de Argentina, que desde tiempos prehispánicos las culturas originarias lucharon contra el desierto para crear los oasis que luego fueron aprovechados por los españoles y que llegan hasta nuestros días, por lo que las unidades productivas siempre fueron pequeñas, ya que solamente el 3 % de la superficie es apta para la vida humana, debido al escaso recurso hídrico, por lo que nunca existieron grandes fortunas, o clanes que se enquistaran en el poder.

El terremoto de 1861 dejó con vida solamente un 25 % de la población, por lo que los personeros de la generación del 80, no tuvieron grandes inconvenientes para traer extranjeros para llenar los espacios vacíos dejados por el sismo.

Siempre Mendoza y Cuyo en general fue una región aislada, por lo que sus habitantes se revistieron de un conservadorismo de tradiciones, que de alguna manera fue absorbida por el modelo inmigrante, generando un desarrollo particular no siempre condicente con el resto del país.

Quien suscribe , por razones que no vienen al caso, vivió una larga temporada fuera del país y si bien en la misma realizó sus estudios superiores, es decir produjo el aprendizaje de la cultura tomada, la marca de aquella heredada siempre hizo que no se dejara de admirar de la opulencia que se da en las llanuras sudamericanas con un régimen de lluvias superior a los 500 mm anuales, zonas éstas que síi fueron fagotizadas por las burguesías nacionales y en donde obtuvieron su poder económico que fue apuntalado por el poder político o de las armas cuando fue necesario para frenar los sueños populares.

Así, la rotura con la metrópoli colonial solo se hizo para facilitar la dependencia del mercantilismo y su revolución industrial, que aplastó las economías regionales y los movimientos sociales emergentes, con un broche final hecho por la generación del 80, que se ilustra vehementemente en aquella carta de Sarmiento dirigida a Mitre, en donde decía “que no ahorrase sangre de gaucho, por que era lo único humano que tenían esos animales”.

Hoy que por circunstancias laborales debo recorrer el corazón del área de plantación de soja en la zona de Córdoba y Santa Fe, me toca ver y de alguna manera analizar este fenómeno, tanto desde el punto de vista de un hombre del desierto que para colmo tiene una formación humanista y políticamente responde al campo popular.
Quien ha transcurrido nuestros desiertos, recorriendo quilómetros entre dunas de arena, salitres y vegetación rala y xerófila; se llena de alegría cuando a lo lejos nota la presencia de árboles, que son como faros que indican la presencia de agua y de albergue…., aquí cuando uno devora quilómetros, observando casas abandonadas, como restos de un naufragio en el desierto verde, cuando a lo lejos divisa alguna antena de comunicación, sabe que la misma es como un mástil en el horizonte de una nave humana que nos espera para demostrar la opulencia cuan trasatlánticos de los comienzos del siglo XX.



Esto de alguna manera me recuerda a los relatos de los capitanes europeos al describir a los indígenas onas en sus canoas……., el inicio de la tradición de la civilización y barbarie, en donde todo aquello que venía de afuera, como el contrabando, la esclavitud, el inicio de virlar las instituciones y crear la coima, eran males menores de lo civilizado y las labores, la artesanía, el honrar la palabra eran costumbres bárbaras.

Hoy como hombre tosco y medio bárbaro, veo que nada ha cambiado, que los mismos personeros que dividieron el país entre federales y unitarios, entre civilizados y bárbaros, entre “gente como uno” y cabezas, es la misma que hoy se resiste a los cambios, ya que se esta yendo al hueso, al tratar de erradicar las trabas y que de alguna manera seamos un poco mas iguales en el día a día.

Juan Carlos Montenegro