Con los años que llevo aquí, aprendí a desconfiar de los franceses. Cuando
te hacen una pregunta inocentemente es
porque ya conocen bien el tema y hasta saben la respuesta que uno les puede
dar. “¿No lo
viste a Rodrigo Fresan o a Martín Caparros?” que son autores traducidos y
bastante leídos en Francia. Entonces, yo respondí encogiéndome de hombro y con
un gesto de sabia inocencia de ignorancia.
Ellos saben que no figuran en la lista de la delegación argentina porque la
tienen en el bolsillo.
También saben que los argentinos somo sureños, y sureño, para ellos, quiere
decir “afectivos”, fácil de conquistar; entonces me largó a quema rompa: “Si no
estás muy ocupado te invito con un café italiano” Siempre pensé que, cada uno tiene su precio.
A los 10 minutos ya estábamos saboreando un café italiano.
Los italianos no son productores de café, pero es al sur de la península
donde van aterrizar los productos brasileños, colombianos o africanos.
Entonces, aprendieron a mezclar el arabica al robusta y hasta rastros de avena
suelen meterle; pero tienen una forma de hacerlo que uno se chupa los dedos.
Ellos hacen al revés que nosotros, que hacemos pasar el agua desde arriba sobre
el café; ellos hacen hervir el agua para que se evapore y sea el vapor que suba
a través del café. La maquinita de café Moka es eso.
Mi amigo escritor y periodista pidió un expresso y yo un ristretto. Pero él
quiere seducirme y me explica que mi café es muy fuerte y que debo cuidar mi
salud. Yo replico, pero con menos
cafeína, ya que es el agua que arrastra la cafeína. El expresso son 7 gs de
café y 40 ml de agua, el ristretto 7 gs de café con 20 ml de agua. Apenas 2
sorbos. El francés no quiere contradecirme y cambia de tema: “Cortazar te decía
hola facho porque vos eras peronista?” Sólo sonreí y recordé el bar de la
Plazoleta de La Sorbona donde sabíamos tomar cafés. Sí, recuerdo que yo le
contestaba “hola gorila” porque era muy anti. Pero si bien no eramos amigos eramos
dos argentinos en París cambiando figuritas, como decíamos entonces con las
noticias que cada uno podía tener del país gobernado por la dictadura.
El francés no estaba dispuesto a aflojar y lanzó otro comentario: “No
entiendo, que siendo el Julio tan anti peronista ustedes le rindan hoy en día
tan gran homenaje”. Ese tema me lo veía venir, es la curiosidad francesa por
excelencia.
- Juass, Borges tampoco era peronista, pero no se les puede negar que
fueron grandes escritores argentinos y marcaron todo una época con su
literatura.
Fue allí que me explicó que Bertrand Morisset, el director del Salón se
largó con los botines de punta contra Ricardo Piglia diciendo que, después de
haber aceptado la invitación, exigió condiciones exageradas como la de una
estrella del rock. En realidad él quería venir por su cuenta y no con la
delegación argentina, y había negociado con su editorial para que le costearan
los pasajes y la estadía, eso es lo que él dijo, le aclaré.
Las 3 instituciones, El Centro Nacional del Libro (CNL), el Instituto
Francés y el Ministerio de la Cultura de Argentina habían consensuado 30
autores, pero el gobierno argentino agregó a su cargo 18 escritores más fuera
de esta lista. Todo “Carta abierta” parece que vino hacer turismo cultural. A
mí me encanta sonreír poniendo cara de inocente.
Yo estaba por pedir otro ristretto o stretto como le dicen los venecianos;
pero el francés parece que se dio cuenta que ya 5 cafés le estaba saliendo
demasiado caro una información que no le aportaría nada y se fue medio
encabronado sin tocar el nuevo café que le habían aportado. Yo miré para todos
lados y me tomé también el suyo. Pero cuando vi a Dorita Puig, una poeta
argentina que reside en Alemania, que había ido a presentar por su cuenta, su
último libro de poesía, me fui a saludarla. A lo mejor logro que un día me
inviten los alemanes aunque su café es muy aguado para mi gusto.
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