Millones de banderas argentinas flamearon en todas las latitudes como símbolo de unidad y amor a la Patria.
Si bien los actos centrales se desarrollaron en Buenos Aires y los medios televisivos y gráficos los transmitieron al mundo, cada provincia, cada ciudad o pueblo celebró el acontecimiento con sello propio y algunas características que me hacen pensar que estamos ante el inicio de una convivencia diferente. Y voy a fundamentar mi apreciación: en el Desfile Federal realizado en Buenos Aires, muchas provincias integraron a las fuerzas armadas a sus delegaciones, especialmente aquellas que poseen regimientos históricos y que lucieron los uniformes de la época de su creación. También desfilaron bandas militares argentinas y delegaciones de las fuerzas armadas de países vecinos. La aprobación de la ciudadanía argentina que se volcó masivamente a presenciar este desfile, se manifestó con aplausos para todos, artistas, deportistas, militares y ciudadanos que aportaron sus habilidades para darle lucimiento a su presentación. Un caso significativo se desarrolló en Córdoba donde la Banda de Gendarmería se presentó ejecutando música popular de variados ritmos y sus integrantes realizaban movimientos que son propios del tema interpretado. La gente que presenciaba la actuación se contagió de su buena predisposición sumándose al movimiento y aplaudiendo entusiasmada. Se pensó que estos músicos podrían ser sancionados o al menos cuestionados por esta variación en su repertorio, pero quienes así lo pensaron estuvieron equivocados. Los jefes inmediatos salieron al cruce de estas suposiciones advirtiendo que la actuación se adaptaba a las características del festejo.
Lejos de hacer un elogio especial a las fuerzas armadas, el país que quiero ver es ése que demostró que se puede integrar con todos los ciudadanos, civiles y militares, respetuosos de las instituciones y de las leyes en convivencia pacífica. Y que no sea solamente un festejo en particular el que los haya impulsado a tal comportamiento.
Por otro lado he leído que la conducción del campo, que ha venido sosteniendo medidas de fuerza en defensa de sus intereses, ha decidido no implementar más los cortes de rutas. Si verdaderamente se suspenden esas medidas creo que han entendido hasta dónde llegan sus derechos y dónde comienzan los del resto de la ciudadanía. Pudieran o no ser legítimos sus reclamos, no tienen derecho a impedir la libre circulación por las extensísimas rutas argentinas porque es una libertad que garantiza la Constitución Nacional.
Está pendiente la Ley de medios que va contra los intereses de los monopolios y quienes son los responsables de su implementación deberían pensar ante todo que son argentinos dejando de lado cualquier otro tipo de consideración. En la puja de poderes, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con los aciertos y errores que pueda tener en su gestión, ha flexibilizado su posición haciendo un constante llamado al diálogo, a la concertación, evitando el enfrentamiento deliberado que pudiera afectar a los intereses de todos, a la economía del país y en definitiva a la convivencia en paz.
Todavía sin acallar los ecos del Bicentenario, llega el Mundial de fútbol con casi todos los habitantes pendientes del desempeño de la Selección Nacional. Argentina nuevamente unida por una pasión, diferente de la mencionada anteriormente, pero igual de significativa para el pueblo. Más allá del resultado final, porque salir campeones de la Copa Mundial sería el sumun, nos vemos hermanados por otro hecho que por sus características de festejo, puede reunir al pueblo en forma ruidosa pero pacífica.
Se acerca el Día de la Bandera y los festejos nuevamente en vigencia. Rosario se prepara para el 20 de junio con todas las galas, ver toda esa inmensa ciudad vestida de banderas argentinas es un placer para el alma y la mirada. Distintas programaciones de todo tipo, previas al acto central de la conmemoración, hacen que el país mire hacia la cuna de la bandera. Seguramente ese día miles de argentinos festejaremos también con otras tantas banderas celestes y blancas.
La reflexión que me planteo es que si después de tantos festejos, reitero: que sirvieron para demostrar que somos capaces de convivir pacíficamente, seremos capaces de mantener esa serenidad y unidad para resolver los problemas sociales, económicos y estructurales que tienen soluciones pendientes.
El consenso, la concertación, la disidencia que incluya propuestas factibles de implementar, el respeto a las instituciones y el total cumplimiento de las normativas constitucionales son necesarios para que un país se estabilice y crezca.
En definitiva sería el país que quiero alcanzar a ver y el que quisiera que puedan disfrutar las generaciones futuras.
Clementina
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