Tenía a mi disposición todas las emisoras de “onda larga” (que hoy se denominan AM) de Buenos Aires, mas las dos que había en La Plata, mas radio Colonia y algunas emisoras de Montevideo. La oferta era muy variada, pero en todas había un denominador común: la magia. Esa maravillosa magia de la radio que nos atrapaba, nos acompañaba y nos permitía imaginarnos a nuestro antojo a los personajes que en ella vivían.
Como los receptores de aquella época eran de un tamaño considerable, estaban ubicados en uno o mas lugares fijos de la casa, y allí debía uno ubicarse para escuchar. Recuerdo los programas de Luis Sandrini, El Zorro, Tatín, Niní Marshall, La Revista Dislocada, Calle Corrientes, los radioteatros, las “narraciones deportivas”, los informativos. Todavía los artistas actuaban en vivo en los estudios de las emisoras, con público presente.
Desde que tengo uso de razón existió la televisión, pero había un solo canal que transmitía en horarios reducidos. No me atrapaba. Lo que yo quería era la radio. La televisión me robaba una parte importante de la magia, porque me mostraba a los protagonistas. Y yo prefería seguir imaginándomelos, creyendo que eran como yo pensaba y no como realmente eran.
A principios de los 60 se produjeron varios cambios simultaneos. Aparecieron mas canales de televisión, con lo cual hubo una mayor oferta de programas y los avisadores se volcaron a ese medio, quitándole recursos a las radios. Recursos materiales y, consecuentemente, recursos humanos. Las orquestas dejaron de tocar en vivo y fueron reemplazadas por “selectas grabaciones”, los radioteatros fueron desapareciendo porque los actores fueron pasando a la televisión, los avisos publicitarios empezaron a ser grabados y en muchos casos fueron tomando la forma de jingles.
El otro gran cambio fue tecnológico: apareció el transistor, y con él las radios portátiles. Y ya la radio dejó de estar en un lugar fijo. Me acompañaba adonde yo quisiera. Y me acompañó fielmente durante buena parte de mi escuela secundaria y durante toda mi carrera universitaria. Nunca sabré si yo estudiaba con la radio o si la radio estudiaba conmigo, pero ahí estaba, fiel, siempre a mi lado. También me acompañó durante el servicio militar, especialmente en las largas noches de guardia o de imaginaria.Despues pasaron muchas cosas: el título profesional, el casamiento con Vipi, las mudanzas a distintos lugares de nuesto país, los hijos, las bonanzas, las desventuras, levantarse y empezar de nuevo, afincarnos en Trelew, etc., etc., etc. Y siempre la radio al lado, a veces en mayor medida, otras en menor, hoy casi todo el día.
Y hoy en nuestra casa se encuentra uno de los “estudios” de Radio Bumerang Argentina, vivo con la directora de esa radio y, como si eso fuera poco, musicalizo un programa diario. Y en ese programa trato de mostrar algo del espíritu de aquella radio con la que nací, incluyendo algunas grabaciones de programas de mi época infantil.
Evidentemente la radio forma parte de mi.
Y hoy, con orgullo, puedo decir que formo parte de ella.
Muy linda historia Pescador y tambien haces un programa con musica argentina que cada vez crece mas. Felicitaciones
ResponderEliminarPettro