miércoles, 18 de mayo de 2011

"El vaso boca abajo" por Juan Carlos Alarcon

Cuando mi vecina entró a casa y por los ojos que puso, aunque no dijo nada, seguro que debió pensar que me había vuelto loco. Sobre la mesa del comedor yo había puesto todos los vasos que tengo boca abajo, hasta por las dudas también tiré las flores y puse boca abajo los dos jarrones. El consejo de hacer eso me lo dio Vipi cuando le comenté que hacía días que andaba buscando unos papeles que no podía encontrar. Según ella eso me ayudaría para acordarme y encontrar mis malditos papeles. Pero, como al día siguiente, yo seguía sin encontrar nada, me dije que tal vez mis vasos eran pequeños y puse todo lo que tenía boca abajo. No hallé nada, pero si descubrí unas fotos que estaban en disquettes en el fondo del cajón de mi escritorio.

Hace algunos años Clementina Rossini, poeta pampeana, había venido a París a presentar un libro suyo “Saveur à vie” que fue publicado en Francia. Con Clementina somos amigos desde hace mil años, tantos que muchos creen que somos hermanos, y fue por eso que yo la acompañé por todos lados haciéndole de traductor.

Acaso porque es el periodo de nostalgia que tenemos los viejitos que viendo esas fotos recordé anécdotas de ese viaje. Recuerdo el día que presentó su libro. En París también se desarrollaba la Parada Gay y desfilaban justo por la puerta del lugar donde se hacía ese evento cultural. Como el Barrio Latino era una locura y estábamos por llegar tarde, le pedí que se bajara del auto y le expliqué, que caminando podía llegar a tiempo a la presentación de su libro de poemas. La cuestión fue que, buscando donde estacionar mi auto, yo llegué tardísimo al lugar. Y qué veo?... La veo a Clementina charlando animadamente rodeada de personas disfrazadas, hasta algunas con muy poca ropas y plumajes llamativos. Parece ser que a los gay también le gustaban las poesías y varios habían decido entrar a saludarla. Yo me tenté de la risa porque si eso se sabría en La Pampa la cargarían el resto de su vida. Entonces, aprovechando que una mujer quería hacer un video entrevistándola para la TV, la tomé del brazo y nos fuimos a un bar argentino. Allí le hicieron el reportaje a Clementina mientras tomábamos mates. El Sur, es el único bar en París donde se toma mates.


Entre la agenda que la editorial le había preparado a Clementina Rossini, figuraba que debía firmar autógrafos de sus libros en la Feria de la Poesía, una semana mas tarde. Cuando yo vi el programa se me puso negro el horizonte puesto que me habían incorporado a mí también para hacer lo mismo con los míos. Recuerdo que yo puteaba en casa contra todos los santos que conocía; pero Clementina estaba contenta y radiante porque no estaría sola en un país donde no conocía el idioma, yo estaría sentado a su lado. Reconozco que era un prestigio que estuviéramos invitado por la Embajada de España en su propio stand. Si yo hubiera estado solo, seguro que hubiera pegado el faltazo argumentado que estaba muy enfermo muriéndome, pero respiré hondo y decidí ir con la Clemy, como la llamo cariñosamente.

Creo que fue el segundo o el tercer día que nos tocaba a nosotros. Sí recuerdo bien es que llegamos temprano, antes de que se abriera al público, y aprovechamos para tomar un café en un parque al frente de la Feria de la Poesía. Clementina de repente me dijo “Pará loco, te conozco bien y cuando vos tienes esos ojos pícaros es porque estas tramando algo!”. Yo digo que no es justo que mi amiga piense esas cosas de mí.

El stand de la Embajada de España era como todos los stand de todas las ferias de libros, estanterías repletos de autores españoles y latinoamericanos, una mesa larga con un mantel blanco que llegaba hasta el suelo y encima más libros. En esa mesa había cuatro cartelitos con los nombres de los poetas que ese día estarían en contacto con el público. Por supuesto Clementina haciéndose la tonta cambió el orden de los cartelitos poniéndome a su lado para que nosotros pudiéramos chusmear tranquilos mientras firmábamos autógrafos. Recuerdo que cuando se abrieron las cortinas una marea de gente se balanceó sobre nosotros. Yo levanté rápido los dos brazos en alto gritando “soy inocente” mientras Clementina dibujaba la mejor de sus sonrisas y escuchaba, sin entender nada, lo que le decía la gente. Yo nunca tuve suerte con esos tipos de eventos culturales, cuando estaba por firmar el segundo libro se me cayó la birome al piso debajo de la mesa y me agaché a recogerla.

Clementina me contó después, que estaba preocupada porque yo había desaparecido de golpe y los gallegos me andaban buscando por todos lados. Lo que pasó fue que estando debajo de la mesa vi la punta como un túnel tentador y en cuatro patas me fui deslizando hasta escapar por allí. Luego me fui tranquilo a tomar un café a un bar y leer un libro esperando que terminara mi amiga pampeana de firmar sus libros. Los ojos que tenía Clementina cuando me encontró despedían fuego “Yo sabía que algo estabas tramando esta mañana”. Entonces puse cara de inocente como esos chicos que hacen travesuras y para demostrarle que un accidente puede sucederle a cualquiera la invité a cenar en Montmartre frente a la Place Tartre, la de los pintores.
Reconozco que me salió más caro que si yo mismo me hubiera comprado todos mis libros, ya que la finalidad de las ferias de libro es para eso, para que las editoriales vendan más. Por eso digo a menudo, que los salones y las ferias de libro no son otra cosa que grandes librerías colectivas con animación de autores.




Juan Carlos Alarcon

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