lunes, 23 de mayo de 2011

"En la Semana de la Patria" Silvia Mouzo

Muchas cosas se pueden decir sobre el concepto "patria", y llenar páginas de expresiones rimbombantes, sin expresar mucho.  Yo prefiero hacer  mías las palabras de la poetisa ucraniana, radicada en Argentina  Julia Prilutzky Farny, como un sencillo homenaje a aquellos patriotas que tuvieron la resolución para lograr un cambio.

LA PATRIA


Se nace en cualquier parte. Es el misterio,
-es el primer misterio inapelable-
pero se ama a una tierra como propia
y se quiere volver a sus entrañas.
Allí donde partir es imposible,
donde permanecer es necesario,
donde el barro es mas fuerte que el deseo
de seguir caminando.
donde las manos caen bruscamente
y estar arrodillado es el descanso,
donde se mira al cielo con soberbia
desesperada y áspera,
donde nunca se está del todo solo,
donde cualquier umbral es la morada.
Donde se quiere arar. Y dar un hijo.
Y se quiere morir, esta la patria.

El músico Julio Lacarra decidió transformar este poema en canción, y creó una hermosa melodía para acompañarlo. Le dio com título "Definición de la Patria". Recomiendo la interpretación de la cantante  Laura Albarracín. Una hermosa voz para  compartir estas inspiradas palabras.

miércoles, 18 de mayo de 2011

"El vaso boca abajo" por Juan Carlos Alarcon

Cuando mi vecina entró a casa y por los ojos que puso, aunque no dijo nada, seguro que debió pensar que me había vuelto loco. Sobre la mesa del comedor yo había puesto todos los vasos que tengo boca abajo, hasta por las dudas también tiré las flores y puse boca abajo los dos jarrones. El consejo de hacer eso me lo dio Vipi cuando le comenté que hacía días que andaba buscando unos papeles que no podía encontrar. Según ella eso me ayudaría para acordarme y encontrar mis malditos papeles. Pero, como al día siguiente, yo seguía sin encontrar nada, me dije que tal vez mis vasos eran pequeños y puse todo lo que tenía boca abajo. No hallé nada, pero si descubrí unas fotos que estaban en disquettes en el fondo del cajón de mi escritorio.

Hace algunos años Clementina Rossini, poeta pampeana, había venido a París a presentar un libro suyo “Saveur à vie” que fue publicado en Francia. Con Clementina somos amigos desde hace mil años, tantos que muchos creen que somos hermanos, y fue por eso que yo la acompañé por todos lados haciéndole de traductor.

Acaso porque es el periodo de nostalgia que tenemos los viejitos que viendo esas fotos recordé anécdotas de ese viaje. Recuerdo el día que presentó su libro. En París también se desarrollaba la Parada Gay y desfilaban justo por la puerta del lugar donde se hacía ese evento cultural. Como el Barrio Latino era una locura y estábamos por llegar tarde, le pedí que se bajara del auto y le expliqué, que caminando podía llegar a tiempo a la presentación de su libro de poemas. La cuestión fue que, buscando donde estacionar mi auto, yo llegué tardísimo al lugar. Y qué veo?... La veo a Clementina charlando animadamente rodeada de personas disfrazadas, hasta algunas con muy poca ropas y plumajes llamativos. Parece ser que a los gay también le gustaban las poesías y varios habían decido entrar a saludarla. Yo me tenté de la risa porque si eso se sabría en La Pampa la cargarían el resto de su vida. Entonces, aprovechando que una mujer quería hacer un video entrevistándola para la TV, la tomé del brazo y nos fuimos a un bar argentino. Allí le hicieron el reportaje a Clementina mientras tomábamos mates. El Sur, es el único bar en París donde se toma mates.


Entre la agenda que la editorial le había preparado a Clementina Rossini, figuraba que debía firmar autógrafos de sus libros en la Feria de la Poesía, una semana mas tarde. Cuando yo vi el programa se me puso negro el horizonte puesto que me habían incorporado a mí también para hacer lo mismo con los míos. Recuerdo que yo puteaba en casa contra todos los santos que conocía; pero Clementina estaba contenta y radiante porque no estaría sola en un país donde no conocía el idioma, yo estaría sentado a su lado. Reconozco que era un prestigio que estuviéramos invitado por la Embajada de España en su propio stand. Si yo hubiera estado solo, seguro que hubiera pegado el faltazo argumentado que estaba muy enfermo muriéndome, pero respiré hondo y decidí ir con la Clemy, como la llamo cariñosamente.

Creo que fue el segundo o el tercer día que nos tocaba a nosotros. Sí recuerdo bien es que llegamos temprano, antes de que se abriera al público, y aprovechamos para tomar un café en un parque al frente de la Feria de la Poesía. Clementina de repente me dijo “Pará loco, te conozco bien y cuando vos tienes esos ojos pícaros es porque estas tramando algo!”. Yo digo que no es justo que mi amiga piense esas cosas de mí.

El stand de la Embajada de España era como todos los stand de todas las ferias de libros, estanterías repletos de autores españoles y latinoamericanos, una mesa larga con un mantel blanco que llegaba hasta el suelo y encima más libros. En esa mesa había cuatro cartelitos con los nombres de los poetas que ese día estarían en contacto con el público. Por supuesto Clementina haciéndose la tonta cambió el orden de los cartelitos poniéndome a su lado para que nosotros pudiéramos chusmear tranquilos mientras firmábamos autógrafos. Recuerdo que cuando se abrieron las cortinas una marea de gente se balanceó sobre nosotros. Yo levanté rápido los dos brazos en alto gritando “soy inocente” mientras Clementina dibujaba la mejor de sus sonrisas y escuchaba, sin entender nada, lo que le decía la gente. Yo nunca tuve suerte con esos tipos de eventos culturales, cuando estaba por firmar el segundo libro se me cayó la birome al piso debajo de la mesa y me agaché a recogerla.

Clementina me contó después, que estaba preocupada porque yo había desaparecido de golpe y los gallegos me andaban buscando por todos lados. Lo que pasó fue que estando debajo de la mesa vi la punta como un túnel tentador y en cuatro patas me fui deslizando hasta escapar por allí. Luego me fui tranquilo a tomar un café a un bar y leer un libro esperando que terminara mi amiga pampeana de firmar sus libros. Los ojos que tenía Clementina cuando me encontró despedían fuego “Yo sabía que algo estabas tramando esta mañana”. Entonces puse cara de inocente como esos chicos que hacen travesuras y para demostrarle que un accidente puede sucederle a cualquiera la invité a cenar en Montmartre frente a la Place Tartre, la de los pintores.
Reconozco que me salió más caro que si yo mismo me hubiera comprado todos mis libros, ya que la finalidad de las ferias de libro es para eso, para que las editoriales vendan más. Por eso digo a menudo, que los salones y las ferias de libro no son otra cosa que grandes librerías colectivas con animación de autores.




Juan Carlos Alarcon

lunes, 16 de mayo de 2011

"Camino al infierno" por Juan Carlos Alarcón

Recuerdo que hace un año atrás estaba en París tomando un café con Daniel, un bandoneonista que había acompañado mucho tiempo a Cacho Castaña en sus actuaciones. “Así que vos sos el sapo” me dijo y le respondí que era un sobrenombre que me decían cuando joven, pero que los conocidos de aquella época me suelen seguir llamando de esa manera.


Cuando pasa un conocido de algún conocido mio, suelo aceptar tomar un café para intercambiar figuritas. A veces me traen saludos que alimentan mi espíritu con alegrías. Daniel quiso saber porque nunca cuajó una relación entre el Tata Cedrón y el Cacho Castaña sabiendo que yo conocía a los dos. Riéndome le comenté que cuando uno ve llegar al otro se levanta y se va. Par el Tata posiblemente Vicente es un tanguero trucho y hasta llegarían a las a las manos, porque no sólo los separa el tango sino las ideas políticas. Humberto Vicente Castagna como se llama verdaderamente el Cacho Castaña siempre fue peronista, y medio fanático, pero de Menen con quien siguió siendo muy amigo, y el Tata que también es peronista fanático venía de la corriente montonera, hoy setentista como le dicen. Si ellos hablaban de política se agarraban a las trompadas, si hablaban de tango se agarraban a las trompadas, si hablaban de mujeres se agarraban a las trompadas porque uno era mujeriego, le gustaba la joda, chuparse hasta el brote de las uvas y fumar como una chimenea; el otro es todo lo contrario, un intelectual amigo de todos los intelectuales de la música.

La primera vez que lo vi al Cacho fue en La Falda, provincia de Córdoba donde se estaba gestando un festival nacional de tango, a fines de la década del 60. Lo había llevado Ruben Juarez y me presentó diciéndole que yo era también peronista pero que no había que preguntarme mucho sobre política porque yo respondería hablando de mujeres. Era la época de agitaciones militantes y las camisetas partidarias se decían en secreto. El Cacho que era algunos años mayor dijo “Entonces me interesa” y me tomó del brazo y nos fuimos a un bar a chupar unas sangrías, fumar, hablar de música y, por supuesto, de mujeres.



Desde entonces muchas veces nos hemos cruzado en Argentina y en diferentes países. En Caracas nos comimos como una docena de arepas cada uno; pero hasta el día de hoy sigo pensando que fue para justificar el pedo que nos agarramos probando unos vinos californianos. La ultima vez que lo vi fue en España y, como de costumbre, más las copas que ya teníamos encima yo metí la pata. Le dije: Che loco que hija linda tenes y nunca me la presentaste. El me miró divertido y me respondió: Che cordobés culiau es mi mujer! Menos mal que Andrea no nos había escuchado. Que culpa tenía yo si Vicente se había casado con una psicóloga, de 37 años mas joven que él?


A veces yo le sabía decir que se cuidara con el cigarrillo porque él tenía antecedentes familiares, sus dos hermanos mayores habían fallecido jovenes por problemas cardíacos, pero él me respondía “el muerto se asusta del degollado” y cambiaba de tema.

Con el Cacho, muchas cosas nos unían a nosotros con cierta complicidad: una era nuestro origen humilde ya que su padre era zapatero. Otra, era el piano donde los dos aprendimos a tocar desde chicos porque nuestras madres nos lo impusieron, también los dos aprendimos a tocar la guitarra de oído porque así era mas fácil conquistar a las mujeres.

Me acuerdo cuando yo iba a Buenos Aires, nos sabíamos encontrar en un bar de Flores donde él pasaba todo el tiempo con sus amigos, hasta eso nos unía, yo también tenía en Córdoba mi propio bar, el Bar Unión donde todas las tardes me encontraba con mis amigos. El Cacho le llamaba al bar de Flores “la oficina” porque era allí donde componía muchas canciones y discutía sus contratos de actuación. Fue en ese bar que compuso su primeros tangos “Las nubes que bajan” y “De noche y llovía”. Es de ese mismo bar que habla el tango “Café  la humedad”.

Daniel quiso saber si era cierto que el Cacho le cerró la boca a Goyeneche. Yo no estuve esa noche, pero varios me contaron esa anécdota. Resulta que Castaña lo tenía al Polaco como un Dios del tango y habían quedado varios amigos en reunirse en un boliche donde actuaba Goyene para festejarle su cumpleaños. El Cacho subió al escenario y le cantó un tango que le había compuesto como regalo “Garganta con arena”. La cuestión es que el Polaco se emocionó demasiado y le saltaban las lagrimas. Esa noche no quiso cantar más.

Pero hay otra anécdota que suelen contar con Ruben Juarez en reuniones de amigos. Un día Ruben le habló por teléfono para decirle que era hora que hicieran “algo” juntos; entonces el Cacho le dio cita en un bar a las 6 de la tarde donde fue con su guitarra. El problema es que estos dos locos se pusieron a tomar unos vinitos mientras charlaban. La madrugada los sorprendió rechupadazos y sin haber producido nada. Al día siguiente, ya estando fresco, el Ruben le volvió hablar por teléfono porque no se acordaba lo que habían compuesto, fue entonces que el Cacho Castaña le largó esa frase que todavía se repite mucho “Un tango no lo escribís cuando vos querés sino cuando Dios te lo manda”. La cuestión que fue en ese momento, por teléfono, que se pusieron a componer lo que chupados no pudieron hacer. Así nació “Qué tango hay que cantar”.

El Cacho era imprevisible, admiraba a Elvis Presley y hasta se peinaba de roquero para tomarle el pelo a los puristas del tango, componía de la misma manera que respiraba y fumaba. Andrea suele comentar que de las 2800 canciones que hizo solamente grabó unas 500. Entre los cajones tiene de todo: tangos-tango, tango-baladas, tangos-pop y hasta algunas composiciones que no tienen nada que ver con el tango. Según Chito, otro amigo tanguero y demasiado purista: un tipo que canta “la bicleta blanca” de Gieco no puede ser tanguero. Daniel me contó otra anécdota del Cacho. “Cada que íbamos actuar organizábamos el orden de las canciones, pero con el Cacho nunca se sabía lo que iba a pasar, porque cambiaba todo según el clima de la sala y hasta se ponía a bailar por todo el escenario como si fuera un cantor moderno”.

Ahora que me vengo de enterar que Vicente esta hospitalizado de nuevo y muy jodido me acuerdo de estas cosas y de lo que a menudo él nos decía a todos: “ya nos vamos a encontrar en el infierno porque es allí donde iremos nosotros”.


Juan Carlos Alarcón