El otro día, cuando yo necesitaba ubicar una amiga con la
cual trabajo y que anda medio prófuga; su mamá me dijo: “La nena está saliendo
con un pibe y ha perdido los pedales”. Por supuesto, ya no se puede creer en
las promesas de citas de trabajo con amigas enamoradas y decidí ir al cine a ver
“Identificazione di una donna” (identificación de una mujer), un viejo filme de
Michelangelo Antonioni que realizó en el 1982. Pocas personas conocían mejor a
la mujer que él. , y a la salida del cine me encontré con otra chica que estaba medio
destruida por haber amado. Eso me hizo pensar ¿qué es lo que yo hacía cuando
una mujer me abandonaba y quedaba dolorido y embroncado? Yo canalizaba mis
penas escribiendo poemas, cosa que nunca me solucionó el problema con las
mujeres, y como fueron tantas las que me largaron eso hizo que me transformara
en poeta y hasta pude publicar varios libros. La gente con experiencia diría:
no hay mal que por bien no venga.
Esto del amor es simpático y pertenece a lo cotidiano de
cualquier persona. Teorías se han desarrollado demasiadas. Pero cuando uno
habla de amor, sin lugar a dudas también está hablando de sexo, a tal punto que
también escuché decir que era mejor tener amigas que pareja porque el sexo echa
a perder todo y complica las relaciones entre los seres humanos. Claro, yo soy
un viejo setentista con teorías hippies comunitarias y recordé rápidamente a
James W. Prescott, nuestro ideólogo intelectual de la época, que decía
convencido que la privación de placeres físicos constituían la raíz de la
violencia, porque cuando los circuitos del placer están encendidos los de la
violencia están apagados y viceversa. Según el gran James, una personalidad
orientada hacia el placer manifiesta raramente un comportamiento agresivo
mientras que una personalidad violenta casi no es capaz de experimentar y de
gozar de actividades sensualmente placenteras. En resumen, si el placer o la
violencia se acrecientan el otro decrece.
Si Obama hubiera leído a James Prescott seguramente que
en vez de enviar por el mundo entero a sus soldados cargados con armas y
municiones los hubiera enviado con preservativos y flores, yo les aseguro que
eso hubiera desorientado a cualquier ben ladem. Esto me lleva a pensar que el
amor también podría ser una cuestión política, de socialización entre los seres
humanos.
Según Helen Fisher, famosa antropóloga que
estudia la química del cerebro involucrada en el amor y el sexo, explica que
hay tres motores para las interrelaciones: el sexo, el amor (“cuya actividad
cerebral es muy parecida a la de la coca) y el apego. Aunque uno, no lleve
necesariamente al otro. El orgasmo genera las sustancias químicas necesarias
para generar y sentir apego. Cuando no hay orgasmo, no hay apego y sin apego no
hay sociedad. Una excelente razón para tener sexo creando un compromiso social.
No importa si cuando no abandona la pareja que nos dejan con una rabia
inconmensurable recurrimos a “Poema a una mujer” de Cortazar para consolarnos.
“Eso es hacer el amor como los animales” me replicó
escandalizada una vez una mujer que había hecho de la fidelidad un templo de
idolatría. Pero reconozco que la idea de hacer el amor como los animales es
siempre tentadora, y allí siempre hay un etólogo para ver los rituales del cortejo y
el apareamiento como armoniosas aventuras, los delfines tienen sexo por placer
como los seres humanos y el cerdo tiene orgasmos que duran 30 minutos. Claro
que hay etólogos que agregan que hay algunos animales no cooperativos, como por
ejemplo la mantis religiosa en la cual la hembra se come al macho durante la
cópula. Yo conocí seres humanos que hacían casi lo mismo. Existen conflictos de
intereses entre macho y hembra en el cortejo y el apareamiento.
La cuestión es que el sexo es visto como
formando una incómoda alianza, en la cual cada uno trata de maximizar su propio
éxito en propagar sus genes. Los animales cooperan porque ambos propagan sus
genes por medio de la misma progenie y por lo tanto cada uno apuesta el 50 por
ciento en la supervivencia de las crías. Pero si tenemos en cuenta lo que
explica del ser humano la neuropsiquiatra Dra Louann Brizendine en The Female
Brain, el 85% de los hombres entre 20 y 30 años piensan en sexo ¡cada 52
segundo! ¿Cómo no voy a estar nostálgico de mis 30 años?
En Archives of Sexual Behavior, psicólogos
de la Universidad de Texas publicaron y caracterizaron 237 razones sobre porqué
deseamos tener sexo hombres y mujeres, lo que demuestra la complejidad
psicológica del tema. 237 razones en el lenguaje corporal, comandado por el
cerebro, es un laberinto más complicado que un teorema de Pitágoras. Entonces
cuando mi amiga preguntó que consejo podría darle para vencer el sufrimiento
que estaba produciendo esa ruptura de amor. El consejo que me salió fue simple,
sobre todo para quienes van a debutar a ser
infieles: No se dejen descubrir como estúpidos... ¡sobre todo la primera vez!